EN EL FONDO DEL BOLSO
Caramelos de eucalipto,
dos pañuelos usados,
la factura marchita de una hamburguesería
y migas de un poema
que todavía parecen comestibles.
En cualquiera de los apeaderos
que inventa mi rutina,
las palabras me vienen a las manos
como una lista confusa de ingredientes
para la nueva receta de un pastel.
Las horas de silencio han terminado.
Es hora de que os cuente
el goteo incansable de mi alma.