viernes, 23 de noviembre de 2012

Hambre, un poema de Peces transparentes

HAMBRE

No me preguntes por qué no tengo hambre.

Pregúntale al cerezo,
al granjero que cuida las gallinas,
a las migas que caen desde el mantel
al suelo
y se arrepienten en el último segundo.

Pregúntales a las cajeras del supermercado,
al repartidor de pizzas,
al temporero que viaja cada año
a recoger tomates
a Almería.

A mi no me preguntes.

Si el hambre se me escurre
entre las comisuras de los labios,
no es por falta de ganas de comerme
tres veces
el centro de la tierra.

Es que desde hace tiempo,
todo me sabe a miel de alcantarilla
y al agua que remueven
en los charcos
las ruedas de los coches.

A mi no me preguntes.

Mi lengua sigue viva. 

JULIA CONEJO



sábado, 17 de noviembre de 2012

Un poema de Antonio J. Sánchez

LATIDO

Hay poemas
escritos en servilletas de bar
o a la espalda de facturas impagadas,
con manchas de café o de mayonesa;
poemas que huelen a cotidiano.
Hay poemas
labrados minuciosamente en mármol,
suaves al tacto, pulidos, impecables;
objetos puros en medio de la vida.
Yo amo la línea sutil,
el cordón de luz blanca azulada
que fluye alegre y vital
entre el mármol y la servilleta.

ANTONIO J SÁNCHEZ




martes, 13 de noviembre de 2012

Un poema de Inma Luna

DETRÁS DE CADA SUEÑO

Lo extraordinario está también a mi alcance:
en el placer de mirarte,
en la desorientación de tu pelo.
Quizá las cosas sean así detrás de cada sueño.
Ha habido un tiempo
en el que no se dibujaban las palabras
pero sólo las plantas no tienen memoria
aunque
-pensándolo mejor-,
quizás recuerden una lluvia
más fresca que las otras,
más nutritiva.
Lo extraordinario está también a mi alcance:
en el placer de habitarte,
en la constancia de tu boca.

En este instante,
cada día
es como una reforma.
Dolor conmovedor que lima las aristas.
Por eso quería solicitarte
para tiempos de crisis,
algo de extraordinario,
algo de inexplicable,
algo que esté detrás
de cada uno de mis sueños.
Algo para hojear en la sala de espera de mi vida.

INMA LUNA


viernes, 9 de noviembre de 2012

Un microrrelato de Fernando Iwasaki

PETER PAN

Cada vez que hay luna llena yo cierro las ventanas de casa, porque el padre de Mendoza es el hombre lobo y no quiero que se meta en mi cuarto. En verdad no debería asustarme porque el papá de Salazar es Batman y a esas horas debería estar vigilando las calles, pero mejor cierro la ventana porque Merino dice que su padre es Joker, y Joker se la tiene jurada al papá de Salazar.
Todos los papás de mis amigos son superhéroes o villanos famosos, menos mi padre que insiste en que él sólo vende seguros y que no me crea esas tonterías. Aunque no son tonterías porque el otro día Gómez me dijo que su papá era Tarzán y me enseñó su cuchillo, todo manchado con sangre de leopardo.
A mí me gustaría que mi padre fuese alguien, pero no hay ningún héroe que use corbata y chaqueta de cuadritos. Si yo fuera hijo de Conan, Skywalker o Spiderman, entonces nadie volvería a pegarme en el recreo. Por eso me puse a pensar quién podría ser mi padre.
Un día se quedó frito leyendo el periódico y lo vi todo flaco y largo sobre el sofá, con sus bigotes de mosquetero y sus manos pálidas, blancas blancas como el mármol de la mesa. Entonces corrí a la cocina y saqué el hacha de cortar la carne. Por la ventana entraban la luz de la luna y los aullidos del papá de Mendoza, pero mi padre ya grita más fuerte y parece un pirata de verdad. Que se cuiden Merino, Salazar y Gómez, porque ahora soy el hijo del Capitán Garfio.

FERNANDO IWASAKI


jueves, 1 de noviembre de 2012

Un poema de Peces transparentes

ESPERANZA

La esperanza tiene un aroma a café
recién tostado.

Tiene el tacto de un echarpe de mohair
sobre la espalda desnuda
unos segundos antes de apreciar
que su elegancia acogedora
no basta para descabalgar el frío.

La esperanza
es un sobre cerrado de cromos repetidos.

Una calle en verano repleta de terrazas
donde sólo se sirve
agua del tiempo.

La esperanza te deja los pies fríos,
como las botas de goma
con dibujos
que llevaba al colegio
las mañanas de invierno en que llovía.