viernes, 20 de febrero de 2015

Un poema de "Dos puntos" de Wislawa Szymborska

PERSPECTIVA

Se cruzaron como dos desconocidos,
sin gestos ni palabras,
ella de camino a la tienda
él de camino al coche.

Quizá entre la consternación,
o el desconcierto,
o la inadvertencia,
de que por un breve instante
se amaron para siempre.

No hay sin embargo garantía
de que fueran ellos.
Quizá de lejos sí,
pero de cerca en absoluto.

Los vi desde la ventana,
y quien mira desde arriba
se equivoca con mayor facilidad.

Ella desapareció tras una puerta de cristal,
él subió al coche
y arrancó rápidamente.
Así que no pasó nada
ni siquiera si pasó.

Y yo sólo por un momento
segura de lo que vi,
intento ahora en un poema casual
convenceros a Vosotros Lectores
de que aquello fue triste.

WISLAWA SZYMBORSKA


jueves, 12 de febrero de 2015

Un poema de "Zapatos de cristal" de Ana Isabel Conejo

TU SILENCIO

Tu silencio es tan rojo como el antro de sangre en el que
habitas.
Vives dentro de mí un existir callado
que se anuncia tan solo a través de la danza
de tus brazos y piernas diminutos
contra mi vientre, que es
tu límite.
Tanteas.
Exploras ciego dentro de mi cuerpo
un universo.
Luego verás que no es tan diferente
existir en la luz: la misma búsqueda
de la piel y la sangre
contra algún muro blando e invisible,
y la misma sospecha
de que el silencio oculta
un latido gigante
de pájaros y océanos.

ANA ISABEL CONEJO


martes, 10 de febrero de 2015

Un poema de Santos Domínguez

PERSISTENCIA DEL HUMO

Vuelvo a quedarme a solas con lo que ya se ha ido
(Caballero Bonald)


Como en esos billetes de un tren que ya no existe
el azar nos devuelve
el esplendor dorado de otras tardes
para herirnos de pronto
en las páginas viejas de un libro.

Igual que esos billetes que no tienen sentido,
porque el tiempo ha borrado la tinta fragilísima
que un día fijó el apremio preciso de la hora
y su minuto exacto,
también el tiempo borra
tras el humo picante de esos trenes
no sólo los paisajes donde fuimos felices,
difumina la urgencia absurda del trayecto,
caduca en el desvelo de todo lo que muere:
un volcán o una isla,
la tapia de un jardín con madreselvas,
el contorno del tiempo que va desdibujando
la niebla de la tarde,
una niebla de barco remoto en el infierno.

Con el humo se aleja
el módico contorno de esas tarde,
su secreta razón, su indiferencia
lívida y destemplada,
como un amanecer en los suburbios
de la ciudad oscura y sus días laborables.

Somos nuestra memoria en un paisaje
contra un fondo de torres. Eso somos nosotros.
Somos los que se están yendo
y los que ya se han ido.
Y somos más aún: somos lo que olvidamos.

Y ahora sólo nos queda
un estertor de trenes por túneles oscuros
y ya sólo persiste su voluntad de herirnos.

SANTOS DOMÍNGUEZ


martes, 3 de febrero de 2015

Un poema de " La sexta cuerda" de Manuel García

                       Los juguetes del niño que ya es hombre,
                                                       ¿a dónde fueron, di?
                                                      Cernuda


Hay penas tan tremendas que no pueden
echarse en el olvido.

Y vivimos sabiéndolas en cada
palabra, en cada gesto. Así tu muerte
permanece en el agua que me bebo
o el aire que respiro.

Nuestras primeras ilusiones duermen
junto a nuestros juguetes, en trasteros
remotos, y no queda
después de tanto incendio fuego antiguo.

No hay desván que nos guarde lo jugado.

Pero hay dolores que llevamos siempre
como el pan cotidiano que comemos
o la sombra dejada en el camino.

MANUEL GARCÍA