miércoles, 27 de mayo de 2015

Un poema de Jesús Lizano

LA BELLEZA

¿Y si os dijera que la belleza
se encuentra en todas las cosas,
que ilumina todos los mundos,
que alienta todos los cambios,
que se deshace y recupera
sus formas, sus alianzas,
que se funde y solidifica,
se extiende y se recoge,
se esconde y se manifiesta,
baila en una partícula,
se pasea en un astro,
despierta en todas las voces?
¿Y si os dijera
que no está en la imagen sino en el impulso,
en la atracción que nos envuelve,
que la belleza
está naciendo continuamente,
que basta diluirse en ella
para olvidarse de nuestra finitud,
de nuestra esencia escindida,
confusa, turbulenta?
¿Y si os dijera
que la fuerais llamando,
que abrierais las ventanas de los sueños y de las cosas?
Qué cosa no fue antes un sueño
y qué sueño existiría
si no existiera la belleza.
Ella la que sufre,
la que grita, la que proclama
la libertad de las cosas,
la libertad de los sueños,
atraviesa los ojos,
atraviesa las manos,
se confunde con las lágrimas,
emerge de todos los movimientos,
engendra nuestros deseos.
¿Y si os dijera que el universo
sólo es el mensajero de la belleza?
¿Y si os dijera
que morir es diluirse en la belleza,
transformarse en mundo,
que el mundo sólo es belleza transformándose,
que vivir es transformarse en belleza?
¡Habría conquistado la inocencia!

JESÚS LIZANO


lunes, 11 de mayo de 2015

Un poema de "El ruido de la savia" de Pedro A. González Moreno

CONSTRUIR

Atento siempre a la plomada,
al afán vertical de los ladrillos
y a la canción opaca del cemento, mi padre
me decía a menudo
y siempre muy despacio, como si masticara
arena en las palabras,
que era preciso construir,
alzar paredes, techos contra el frío,
sólidos muros y altos cielorrasos
contra tanta intemperie.

Y mientras se elevaban los tabiques
a veces me explicaba que una casa
era igual que la vida.
Hacían falta para construirla
manos muy recias pero al mismo tiempo
tiernas, casi de pan, como las suyas.
Era preciso levantar andamios
con esa misma lentitud del árbol
que construye su sombra desde las raíces
y eleva desde allí, cada día más alto,
el temblor de sus ramas.
Con lentitud de savia minuciosa,
lo mismo que quien sabe
que es en el aire donde se edifican
los cimientos del vuelo.

PEDRO A. GONZÁLEZ MORENO